Os dejamos las que, en nuestra opinión, son las claves a la hora de amortizar prestamos. El dinero destinado cada mes a satisfacer nuestras deudas, incluyendo la hipoteca, los préstamos y las tarjetas, no debería superar el 35 o el 40 % de nuestros ingresos mensuales, tal y como recogen el Banco de España y la CNMV en su portal de educación financiera. Lógicamente, esta regla no puede aplicarse de igual modo a todos los consumidores, ya que ese tanto por ciento no tendrá las mismas implicaciones para una persona cuyos ingresos mensuales sean de 750 euros y tenga hijos a su cargo que para un consumidor cuyo sueldo sea de 3.000 euros y no tenga obligaciones paternales. En cualquier caso, sirve para hacerse una idea de lo que no deberíamos hacer si queremos que nuestras deudas no nos asfixien mes tras mes.
Otra regla de oro: limitar las deudas y no financiar caprichos. Debemos valorar cuándo vale la pena solicitar un préstamo o, incluso, cuándo es necesario por no haber otras alternativas, y cuándo se puede prescindir de él por lo superfluo del bien o servicio a costear o porque se puede ahorrar antes.
Una tarjeta de crédito, un préstamo coche, un crédito para financiar un máster… Por separado pueden resultar instrumentos útiles. Todos juntos, pueden ser un quebradero de cabeza. Y es que son muchos los españoles que, tras una mala planificación, se ven inmersos en una maraña de créditos a los que es difícil hacerles frente.
¿Qué préstamo tiene prioridad?
Nuestra prioridad debería ser liquidar el préstamo que más intereses genere, es decir, el que tenga un coste mayor. Por ejemplo, si tenemos contratada una tarjeta de crédito con un interés anual del 21 %, un préstamo personal al 7 % y un crédito para financiar los estudios sin intereses, nuestro bolsillo agradecerá que nos deshagamos primero de la deuda procedente de la tarjeta de crédito, ya que es la que tiene un coste más elevado.
Pongamos un ejemplo: supongamos que para cada uno de los tres créditos anteriores el importe a deber es de 7.000 euros, pagaderos en cuotas mensuales durante un plazo de 5 años. La deuda de la tarjeta conllevaría una cuota mensual de 189,37 euros y al final los intereses abonados serían de 4.362,54 euros. En el caso del préstamo personal, la cuota sería de 138,61 euros y los intereses totales, de 1.316,48. Por último, el préstamo estudios tendría una cuota de 116,67 euros y su coste sería de cero euros.
Lógicamente, el primer producto del que deberíamos prescindir sería de la tarjeta de crédito: primero, porque es el más caro y, segundo, porque es el que mayor efecto tiene en nuestro bolsillo cada mes. No tendría sentido liquidar el préstamo estudios, ya que es el único de los tres que es gratuito y el ahorro sería nulo.
Cuidado con la comisión por amortización anticipada
Una vez analizado el coste de cada deuda, deberíamos valorar la posible comisión por amortización anticipada, es decir, la penalización que aplica la entidad de crédito como indemnización por haber devuelto el préstamo antes de tiempo. Actualmente, la comisión máxima aplicable a los créditos y préstamos sujetos a la Ley 16/2011 están regulados: 1 % como máximo si la vida restante del crédito es superior a un año y si es inferior, 0,5 % o menos.
Dicho lo anterior, lo razonable sería que entre dos créditos con un coste idéntico escogiésemos primero aquel cuya comisión fuese inferior. O si los préstamos son de importes distintos, valorásemos la diferencia entre liquidar cada uno de ellos y abonar la comisión. Imaginemos dos créditos: el crédito A, cuyo importe pendiente es de 5000 euros y el plazo restante es de 3 años, tiene un tipo de interés del 5 % y no tiene comisión; y el préstamo B, de plazo e importe igual, tiene un TIN del 15 % y una comisión del 1 %.
Si liquidásemos el préstamo A, no tendríamos que pagar ninguna penalización por hacerlo antes del vencimiento, pero solo nos ahorraríamos 394,74 euros, que serían los intereses que faltarían por abonar (su TIN es del 5 %). Con el préstamo B la comisión sería de 50 euros, pero el coste final del préstamo ascendería a 1239,74 euros, ya que su interés es mucho más alto. En este escenario, amortizar anticipadamente el préstamo B supone un ahorro muy superior.
Ajustar las cuotas, otra solución
También deberíamos valorar las cuotas de cada préstamo. Aunque el precio del producto es muy relevante, lo más importante es que las deudas no asfixien nuestro bolsillo y que podamos llegar a final de mes de manera relativamente tranquila. Por ello, también tendremos que tener en cuenta qué préstamo tiene una cuota mayor y cual afecta más a nuestro día a día. Quizá nos convenga, por nuestra situación personal, liquidar antes un préstamo con un tipo de interés muy bajo, pero una cuota mensual muy alta que otro con un precio mucho mayor, pero cuya cuota sea muy reducida si de esta manera vamos a poder llegar a final de mes de manera mucho más relajada. Aunque no olvidemos que en estos casos podemos intentar negociar con la entidad rebajar la cuota mensual.
En cualquier caso, si necesitamos el dinero o no disponemos de ahorros y ese extra que hemos conseguido puede servirnos de colchón para futuros imprevistos, quizá no convenga amortizar el crédito. También podemos valorar la opción de invertir ese dinero extra que hemos conseguido. Si somos capaces de rentabilizarlo y conseguir más de lo que ahorraríamos amortizando un crédito, la operación puede salir a cuenta.
Zaimy Online
La clave para acertar es que estas personas (especialmente las mбs jуvenes) tengan una expectativa de crecimiento de los ingresos y de poder amortizar parcial o totalmente su hipoteca si la subida de los tipos supera las previsiones.